viernes, 11 de septiembre de 2009

Una duda cualquiera

"Hace frío y estoy lejos de casa", pienso mientras, sentado sobre una piedra en la estación de Bernal, el viento de zona sur me taladra las orejas que, de no ser porque sostienen mis anteojos, me las sacaría y me las volvería a poner una vez dentro de un lugar donde el chiflete no las castigue. Estas palabras que estoy volcando sobre el diminuto bolet...



(viene del boleto de tren) Ya estoy cobijado por el calor del hogar y las palabras que ahora escribo se expanden como un vómito de mi estilográfica sobre mi diario personal (debo reconocer que se trata de un vómito permanente y continuo, prolijo , sin salpicaduras, un vómito que se parece demasiado poco a un vómito, ... por lo que admito que la metáfora utilizada por mi "yo poético" respecto de la tinta , la lapicera fuente y el vómito, es una porquería).




Hoy fue un día muy fructífero: por la mañana comí una banana y tres manzanas, por la tarde dos duraznos y hacia la media noche me levanté con la urgente necesidad de engullir un cuarto kilo de frutillas. La urgente necesidad volvió a repetirse, pero a las tres de la mañana y no se trató precisamente de la necesidad de comer frutas, sino mas bien, del requisito de acudir a baño con la velocidad de una gacela, pero a su vez, con el paso entrecruzado de las piernas traseras de una hiena.




Mi indisposición intestinal me llevó a quedarme, casi obligadamente, al cobijo de mi edredón azul impreso con palomitas rosas.




La inesperada enfermedad me llevó a hacer algo que pocas veces hago , ya que mi búsqueda incesante de la "SARANDANGA" no me lo permite al dejarme sin tiempo: mirar televisión. Y fue el tubo de rayos catódicos de mi "Drean" blanco y negro de 14 pulgadas, quien me iluminó, no en sentido literal , sino en sentido metafórico: en un aviso publicitario, un hombre entrecano mostraba sendas mejorías respecto de un resfrío que lo había dejado tan inútil como una dentadura postiza a la hora de comer un sanguche de vacío. Ya cuando el hombre apareció mostrándose feliz y abrazando a su esposa en un mágico final de cuentos, una leyenda sobreimpresa en la parte inferior de la pantalla fue la que llamó mi atención y me brindó la iluminación y el camino por el que intentaré transcurrir ni bien mi malestar intestinal me lo permita. La leyenda era simple, directa, concisa: "Ante cualquier duda, consulte a su médico". Allí estaba la respuesta, sencilla , contundente: mis días de angustia, de ignorancia, de saber profano, pronto terminarían... ¿Cómo no lo había pensado antes ? "Ante cualquier duda , consulte a su medico" el pequeño televisor se presentó ante mí como si se tratase del viejo oráculo de Tebas. Mi médico resolvería mi duda mas grande: ¿Que viene siendo la SARANDANGA?" Ese era el camino: seguramente mi Proctólogo sabría perfectamente qué era la SARANANGA. Pues como todos sabemos, los médicos son esa raza superior que todo lo conoce, que todo lo impone y que sin mas recursos que un título colgado en la pared, pueden introducirnos su dedo mayor en el recto anal si que uno siquiera atine a cuestionar dicha acción. Y si hay alguien que tiene la sabiduría suficiente como para vejar nuestro orificio sagrado sin cuestionamientos, ese alguien merece nuestra confianza como para ser consultado acerca de la SARANDANGA.


Finalmente me repuse.


Apenas ingresé al consultorio del doctor Juan Carlos Gelatti supe que de allí no me iría sin antes llevarme algo. Su saludo, al estrecharme la mano, me produjo, como siempre, la fría sensación de estar presionando una brótola prescada pocas horas antes. Pero a diferencia respecto de consultas anteriores, esta vez me detuve a estudiar cuidadosamente la anatomía de esa extremidad colegiada. Los dedos finos y largos culminaban en puntas redondeadas, producto de unas uñas prolijamente comidas. Mi veloz sinápsis mental me hizo llegar a conclusiones que se fijaron en mi mente como imágenes imborrables. Imágenes que hoy en día me arrepiento de haber fijado dentro de mi. Pensé (y disculpen si, producto de mi desazón, no logro reservar dichas fotografías mentales sólo para mi persona) que, en un proctologo el rasgo de comerse las uñas era un rasgo curioso. Un rasgo de cuidado hacia el prójimo y de desprecio hacia si mismo. Imaginemos que, por ejemplo, el galeno tuviera como afición extracurricular tocar el charango; ese noble instrumento del norte de nuestro país que para sonar con fuerza y convicción requiere que su ejecutante posea unas uñas extremadamente largas y endurecidas... imaginemos la consulta ... mejor no imaginemos mas... dejemos la imaginación de lado y vayamos a lo que nos ocupa.


Prosigo con el relato:


Apenas me disponía a plantearle mi duda al Doctor Gelatti, cuando éste con tono demandante dijo: "Bájese los pantalones hasta las rodillas y acuéstese en la camilla decúbito dorsal" (así es como los médicos se refieren a acostarse boca abajo). Intenté explicarle que mi consulta no requería de examen medico alguno, pero su frase tan clásica como efectiva me dejó inmóvil y sin reacción: "Acá el que sabe soy yo". Y era cierto, si por algo había acudido a su consultorio era justamente por eso, porque él era el que sabía.


Estaba en sus manos. Debo reconocer que una vez acostado semidesnudo sobre la camilla, al escuchar el chispazo de la goma del guante pegar contra el antebrazo de Juan Carlos (a esta altura llamarlo "doctor" o "Gellatti", parece un exceso de formalidad) sentí un escalofrío que recorrío mi espalda como si se tratase de un ejercito de hormigas con patas de hielo. Pero todo investigador debe enfrentarse a los riesgos que su pesquiza conlleva. De manera que mientras Juanca (cada vez teníamos mas confianza) llevaba a cabo su trabajo, me animé a preguntarle (admito que con los dientes apretados) "Doctor ¿que viene siendo la sarandanga?". Ése fue el momento en que descubrí que "juanqui" no era la persona indicada para ser consultada respecto de la sarandanga. Pude sentir como la musculatura de su dedo mayor se tensaba y como cada una las falanges del dedo del doctor se alineaban para transformarse en una especie de columna Jónica en mi interior.


"La sarandanga...- comenzó su explicación con los músculos de su cuello tensados por el odio y mientras revolvía mi interior con violencia inuscitada- La sarandanga es una región de la selva de Mali, en el África... Región donde infinidad de niños pobres necesitan de la ayuda de los médicos del mundo, donde la solidaridad se hace carne cada vez que un Galeno del planeta acude en ayuda de esos pobre niños desprotegidos... La SARANDANGA- Repitió enérgico y sin dejar de realizar el tacto rectal mientras mis lágrimas brotaban de mis ojos cada vez con mas frecuencia- La sarandanga es el lugar donde vive la hija de mil puta de mi ex mujer con su novio negro... un residente de bostwana que se la llevo hace 5 años... eso es la sarandanga.. una selva del orto en el medio del África". A esta altura mis lágrimas habían igualado en metros cúbicos a la cantidad de agua salada que precisa un sunami para arrasar con media costa Asiática.


"Y ahora váyase y no venga nunca mas". Debo decir que de todas maneras, interiormente yo ya había decidido no volver a consultar a aquel facultativo de dedos titánicos.


Dolorido y caminando con dificultad, comencé a retirarme del consultorio, giré la cabeza y vi como aquel hombre, destruido por el recuerdo de la vejación de haber sido abandonado, se quitaba su guante y mordía la uña del dedo mayor de su mano derecha.


Ya en casa y sentado, no esta vez sobre una piedra, sino sobre una bolsa de rolitos de 8 kilos, me dispuse a buscar en un Atlas la región de la selva de la Sarandanga. Demás está decir en ningún mapa de Mali ni ningún otro país africano figura una selva, sabana o estero denominados de dicha manera, por lo cual comprendí que mi búsqueda no había concluido sino que había caído, como de costumbre, en uno de sus habituales intentos fallidos.


En conclusión: Lamento haber revuelto los recuerdos ingratos de un buen hombre. Pero mas lamento aún que esa revolución interna del doctor Gelatti , se viera reflejada y hecha carne en mi persona... muy dentro de mi persona.


2 comentarios:

  1. Señor Espeleta: no hace falta que se haga romper el cu, quiero decir lastimar su parte an.., quiero decir visitar al proctólogo para descubrir lo que es la Sarandanga, yo tengo la respuesta,soy una tarotista que afana, digo que afamada como soy, puedo garantizarle que por unos módicos honorarios, yo puedo hacer que Ud. se reencuentre con su sarandanga o su sarandango, digo después de su reciente experiencia, a lo mejor diversifica sus gustos.
    Hago unión de parejas, destrabo trabajos de magia negra, devuelvo la salud y les hago gastar dinero, digo ganar dinero. No dude en cosultarme, mis honorarios son muy accesibles. Que el Buda de la suerte lo acompañe. Lo espera con las manos abiertas: Negra Enfermi

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  2. la piedra calamariana, sobre la que el musico estaba sentado, era de faso o de cocaina ?

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